Después de muchos preparativos y una vez resueltos los
detalles de última hora, mi buen amigo Juanjo Cárave y yo junto con nuestras respectivas
familias, partimos el pasado siete de noviembre hacia el pueblo de Solsona, con
la esperanza de fotografiar al mítico quebrantahuesos.
Son casi 800 kilómetros los que nos
esperan hasta llegar a nuestro destino, que decidimos afrontar durante la noche
para así aprovechar al máximo nuestra corta estancia en esta zona del
pre-Pirineo catalán.
Salimos sobre las doce de la
noche y tras una larga y oscura noche de conducción, por fin sobre las 8,30 de
la mañana llegamos a nuestro destino.
Allí nos esperaban Carles Santana y
Roger Sanmartí de Photologistics, que muy amablemente nos ofrecieron sus hides
y toda la infraestructura necesaria para conseguir tan anhelado objetivo.
Nos dice Carles, que
entrando al hide sobre las once de la mañana es suficiente. Aquí surgen mis
primeras dudas, yo acostumbrado a ver amanecer dentro del hide, pero bueno, habrá
que confiar en su experiencia con esta ave, no sin ciertas reticencias por mi
parte.
Al día siguiente después de un pequeño
trayecto en todo terreno llegamos al punto, una pequeña colina, que desde el
hide nos ofrece una perspectiva al mismo nivel del suelo, con un fondo y
orientación de la luz perfecta casi durante todo el día.
Mientras Carles va esparciendo
por el suelo la carnaza que atraerá a los buitres y unas cuantas patas de ovino
para el quebranta, vamos preparando los equipos y en pocos minutos nos quedamos
solos….empieza la cuenta atrás.
Había transcurrido una hora y
media y solo una pareja de cuervos nos estaba amenizando la mañana, cuando
sucedió lo que nunca hubiésemos esperado que pasara y es que como salido de la
nada, levantamos la cabeza después de unos instantes de relax y vemos a un
señor plantado delante de las carroñas mirándolas fijamente como si esperase
que le hablaran.
Lo primero que me vino a la
cabeza es “si hemos hecho ochocientos kilómetros para que nos pase esto, me
retiro”. Durante unos instantes dudamos en si gritarle, o pedirle que posara
con una pata en la boca en plan quebrantahuesos y fotografiarlo a falta del
bueno.
Conservamos la calma y al cabo de
unos minutos se canso de observar las carroñas y se marchó. En pocos minutos
teníamos de nuevo la pareja de cuervos con sus idas y venidas y eso nos
transmitió cierta tranquilidad, pero como le dije a Juanjo, “empezamos de
cero”.
Cerca de las dos de la tarde una
concentración de siluetas negras se ciernen sobre el hide, ¡los buitres
leonados ya está aquí!. En pocos minutos van cayendo como proyectiles vivientes
unos sobre otros. ¡Empieza la fiesta!, le digo a Juanjo. Peleas, aterrizajes,
vuelos, no despegamos el ojo del visor, pero estas fotos las dejaré para otra
ocasión, dedicando esta en exclusiva al verdadero protagonista, el que hemos
venido a buscar.
Pero igual que vinieron los
buitres se marcharon, dejando tras de sí un silencio tenso, que solo era roto
esporádicamente por la pareja de cuervos, que regresaron a por su ración, tras
la marcha de los buitres. Los minutos se hacen eternos. Juanjo le envía un
WhatsApp a Carles para preguntarle: ¿Cuánto tarda en bajar el quebranta,
después de la marcha de los buitres?, pues ya sabíamos que es técnicamente
necesario, que primero bajen los buitres y se marchen, para que posteriormente
acuda el quebrantahuesos. Carles le responde: entre una y una hora y media.
Con la puntualidad típica de un
Sir. Inglés a la hora de tomar el té, miramos hacia el cielo y vemos en la
lejanía una silueta negra volando a gran velocidad en línea recta como si de un
gigantesco halcón se tratara, pasando por encima nuestro para desaparecer. “El
quebranta, le comento a Juanjo”, los corazones se aceleran y la espera se hace
más insoportable si cabe. ¿Volverá o pasará de largo?, nos preguntamos.
Pasan los minutos y de pronto
aparece en vuelo rasante por delante de nuestro hide, ¡¡ahora si, ya está
aquí!!, dos pasadas más y por fin se decide a tomar tierra. Se puede sentir
hasta en nuestra piel, como sus enormes alas de casi tres metros de envergadura
mueven el viento al aterrizar.
Nos ponemos a lo que hemos
venido, que es hacer fotos mientras el, o mejor dicho ella, (pues después nos
comentó Carles a la vista de las fotos que se trata de la hembra), busca una pata,
la coge con su pico para pasársela después a una pata y marcharse a dar cuenta
de ella en otro lugar, (imagino que un enorme paredón rocoso donde se sienta
totalmente tranquila).
Nos supo a poco esta breve visita
y le dijimos a Carles si había posibilidades de que volviera, nos dijo que si,
que era muy probable que hiciera varias visitas, como así fue. Hasta tres veces
se repitió la misma operación, entrando cada una de ellas más confiado que la
anterior y dándonos mas tiempo para componer mejor nuestra imágenes.
Sobre las cinco de la tarde vino
Carles a recogernos, saliendo de nuestro escondite con una sonrisa de oreja a
oreja por haber logrado nuestro propósito de fotografiar a una de las aves tan
míticas y carismáticas como escasa, como es el pájaro de barro.
PINCHA EN LAS FOTOS PARA VERLAS A MAYOR TAMAÑO
WOW!!!! Nunca he escuchado el nombre de este ave! Increible! Es un ave magnifico....las fotos son buenisimas.
ResponderEliminarGracias por tu comentario Chris. El quebrantahuesos (gypaetus barbatus), conocido como el pájaro de barro por su costumbre de impregnarse las plumas con barro arcilloso de color rojizo, lo que le da ese color tan característico y a la vez precioso. Su plumaje original es de color blanco.
EliminarAntonio muy buenas fotos la verdad es que es un bicho precioso, muy bueno el relato me imagino como tendriais el corazon acelerado ha tope. Un saludo desde Zumaia.
ResponderEliminar¡Nunca me había fijado en que tenían plumas a modo de barba!
ResponderEliminarEl color amarillento del plumaje del cuerpo es realmente bonito. Tampoco tenía ni idea de que era teñido. He estado comparando fotos por internet y veo que cuando son jóvenes el color es completamente diferente.
Hola Éric, gracias por pasarte y comentar.
EliminarEl nombre cientifico de esta ave es Gypaetus barbatus, que traducido vendría a decir: Gyp=buitre, aetus=águila y barbatus=barbudo, por lo tanto es buitre-águila barbuda, ya que pese a ser un buitre se asemeja más a un águila, sobre todo en vuelo.
El color es debido a los baños que les gusta darse en pozas de barro arcilloso de color rojizo, también suelen coger pequeñas porciones de barro con el pico y se las van aplicando a lo largo de las plumas, de hecho los animales criados en cautividad que no tienen acceso a estas pozas, son totalmente blancos.
Los individuos jóvenes tienen el plumaje totalmente pardo oscuro y con el paso de los años van adquiriendo en diferentes fases este precioso plumaje de adultos.
Una preciosidad.
ResponderEliminarSaludos.
Menudas fotos nos muestras Antonio, has sabido sacarle el máximo partido al pájaro de barro. un saludo y enhorabuena
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