Como fotógrafo
de Naturaleza, siempre tengo dentro de mi cabeza captar esos momentos únicos e
irrepetibles de la vida más íntima de las especies. Momentos que muy poca gente a podido observar y menos
captar con su cámara.
Son
muchísimos los días, de muchos años e innumerables las horas que he pasado dentro
de mi hide, observando y fotografiando a las águilas reales. No hace falta
decir que es mi ave favorita, quizá influenciado por el hecho de que donde vivo, habiten
varias parejas relativamente cerca.
Pocos
animales poseen el porte, la fuerza, sus hiper-desarrollados sentidos y un
comportamiento tan esquivo ante la presencia humana, que cada jornada
fotográfica se convierte en un reto personal.
Por
estos y otros motivos, mientras tenga fuerzas para subir a la montaña cargado
como una mula y se me acelere el corazón cada vez que se planten delante de
mí, seguiré compartiendo con ellas muchos días de mi vida.
Uno
de estos momentos, como es la cópula de la pareja, es algo que siempre tenía en
mi cabeza y como digo antes, fruto de tantas horas e interminables días, esto
tenía que llegar. Pero esto no es producto de la casualidad, hay que hacer las
cosas muy bien, para que un animal tan receloso, tenga la confianza necesaria para dedicarte uno de los instantes
más íntimos de su vida.
Pero cuando
llegó el momento, como dicen en mi pueblo, “me han pillado en bragas”, y es que un día dos de enero de 2014, ni por asomo esperaba que ya estuvieran en celo. Todas las
observaciones de cópulas y vuelos nupciales que he presenciado hasta hoy a
larga distancia, con telescopio y prismáticos, habían ocurrido ya muy
adelantado el mes de enero y durante todo el mes de febrero, incluso primeros
días de marzo, cuando tienen lugar la mayoría de las puestas.
Con esta idea tenía montado el 500 mm.
realizando unos planos ajustaditos de la hembra, cuando ocurrió….
De
repente todo el cuadro se llenó de aves y de plumas y entre la excitación de
las águilas y la mía propia, me resultaba muy difícil no mutilarles alguna
parte del cuerpo. Si a esto sumamos que tenía la cámara en tiro a tiro, (soy
fotógrafo a la antigua usanza y no me gusta ametrallar a los animales con
interminables ráfagas para luego pasar horas en el ordenador tirando fotos a la
papelera), la cosa se complicó un poco más
todavía.
Pero
que nadie piense que me siento frustrado o deprimido por no haber tenido
montado el zoom en aquel momento, sino todo lo contrario, estoy feliz, ahí está
el momento tantas veces soñado y ahí están las fotos para la posteridad. Probablemente no sean premiadas en ningún concurso de fotografía, pero el que
me hayan regalado este momento inolvidable de su biología, sabiendo que muchos
de los que veáis estas fotografías y yo mismo, durante toda nuestra vida, tenemos muy pocas probabilidades
de volver a presenciar algo así, ya es suficiente premio para mi.
Vaya momento. Enhorabuena por las fotos, :-).
ResponderEliminarGracias Éric por comentar. Nos vemos.
EliminarUna preciosidad.
ResponderEliminarBuen momento.
Saludos.
Gracias por visitar y comentar. Me alegro que te gusten.
EliminarUn saludo.
Hola Antonio, unas imágenes muy guapas, solo importa lo vivido como siempre digo, a mi me ocurrió algo parecido con un< pareja de mochuelos. No se me olvidarán nunca aquellas escenas. Quizá sea diferente especie, pero la emoción es algo que no se puede expresar. Enhorabuena y un saludo.
ResponderEliminarGracias Ernesto por visitar y comentar. Me alegro que te gusten.
EliminarUn saludo.
Buen trabajo y merecida recompensa!!!
ResponderEliminarEnhorabuena.
Gracias Dimas por visitar y comentar. Me alegro que te gusten.
EliminarUn saludo.
Antonio unas fotos muy buenas pero sobre todo me quedo con el momento vivido, un gran trabajo.
ResponderEliminarUn saludo desde Zumaia.
Gracias José María por visitar y comentar. Me alegro que te gusten.
EliminarUn saludo.
Una pasada.. Excelentes imágenes.. Felicidades por tu trabajo..
ResponderEliminarGracias Ana por visitar y comentar. Me alegro que te gusten.
EliminarUn saludo.