Finalizada la
sesión con el pito negro y sin mucho tiempo para descansar, comida en casa de
Carles Santana, un rato de charla, risas y de nuevo en marcha.
A las cinco de
la tarde partimos Eugenio y yo hacia lo que sería el objetivo principal de
nuestro viaje; el urogallo.
Nos espera
algo más de una hora de viaje en todo terreno por un tortuoso camino de montaña. Después una pequeña
caminata por una senda, para terminar con una corta pero empinada subida que
sumada al peso del material necesario, (mochila con dos cuerpos de cámara, dos objetivos
“gordos”, dos trípodes, saco de dormir, almohada, manta, agua, cena, desayuno,
banqueta y botella para evacuar), hace que parezca que el corazón se te va a
salir por la boca.
De los dos
hides disponibles, me toca el de abajo, preparo el material, algo de cenar y me
dispongo a pasar la que sin duda será una interesante noche.
El modus
operandi para fotografiar al urogallo es de lo más emocionante que te puedas
imaginar.
Cuando están a punto de
desaparecer las últimas luces, se escucha el potente aleteo de los
urogallos caer sobre los árboles que rodean el cantadero, ellos también
pasaran allí la noche emitiendo su típico “tac tac tac”, con el fin de que alguna
hembra se acerque al cantadero. Un sonido tan suave y discreto que si no estás
muy atento apenas lo oyes a pesar de tener las aves muy cerca.
Cae la noche
profunda entre los susurrantes cantos de los urogallos, mientras el sueño me
vence, deseando que llegue el amanecer.
A las cinco y
media ya estoy preparado para la acción. Un ligero desayuno y a esperar que
claree el día.
Con las
primeras luces se dejan caer dos urogallos al suelo con un potentísimo aleteo,
uno a cada lado del hide pero bastante lejos. Poco a poco se van acercando y
voy sacando las primeras fotos, siendo la luz muy crítica todavía, cuando
deciden subir ladera arriba y colocarse cerca del hide de mi compañero Eugenio.
Allí entablan
un combate, primero simbólico con pavoneos y cantos, para pasar después al
combate real, con aletazos mutuos y zarpazos que hacen retumbar la tranquilidad
del bosque.
A pesar de
estar fuera de mi ángulo y no poder documentar un espectáculo de tal magnitud,
sin duda la experiencia es impactante e inolvidable, algo que pocas personas
han podido presenciar en plena Naturaleza, por lo que me siento un privilegiado
por haber tenido a pocos metros de mi, un ave tan mítica y espectacular, como
escasa y bella.
Pero igual que
comenzó, en cuestión de unos minutos, todo acaba, se separan, callan y
desaparecen en el bosque cerrado, dejándonos con ganas de más, hasta la noche
siguiente que regresen a dormir a su árbol favorito y a la mañana vuelvan a brindar otro
espectáculo natural, pero entonces ya, no estaré yo.
Es de destacar
el gran trabajo y profesionalidad de Carles Santana, Roger Sanmartí y PHOTOLOGISTICS, gracias a su buen hacer podemos disfrutar de uno de los espectáculos más auténticos y salvajes de la
fauna más recóndita del bosque pre-pirenaico.
PINCHA EN LAS FOTOS PARA VERLAS A MAYOR TAMAÑO
Comodamente instalado en el interior del hide preparado para pasar la noche |
Instantes antes de lo que sería un duro combate cuerpo a cuerpo |
Menuda experiencia.
ResponderEliminarLos urogallos son una pasada.
Tenerlas mas a tiro ya hubiera sido la leche.
Saludos.
Gracias Vicente, no me puedo quejar, solo con verlos ya es motivo suficiente para que merezca la pena.
EliminarUn saludo.
Lástima lo del combate. A ver si en la próxima puedes documentarlo más claramente, ;-).
ResponderEliminarGracias Éric, si espero repetir algún día.
EliminarUn saludo.
Preciosas imagenes de este ave tan emblematica, la experiencia tuvo que ser magnifica.
ResponderEliminarSeguro que a pesar de los Kms de viaje desde tu casa supongo que merece la pena llenarse de estas emociones.
Un saludo
Carlos Gorbea.
Muchas gracias Carlos, me alegra que te gusten las imágenes, aunque no transmiten la emoción de tener un ave tan impresionante delante.
EliminarUn saludo.