Fotografiar al águila perdicera (aquila fasciata), ya es un reto emocionante, por su bravura, por su belleza, por su escasez. Pero fotografiar a la pareja junta ya me parece el no va más.
Pero lo cierto es que éstas fotografías no son fruto de la casualidad, estaban pensadas, estudiadas, planificadas y trabajadas.
Todo consistía en favorecer la situación para que la pareja posara unida ante la cámara. Buscar una rama atractiva en la que cupieran las dos comodamente, elegir el sitio adecuado para que se sintieran confiadas y relajadas y por último, aprovechar ese hermanamiento tan fuerte del que hacen gala, que las hace ir juntas practicamente a todas sus actividades cotidianas, bien sea en la caza, alimentación descanso o reproducción.
Hermanamiento mucho más acentuado (según he podido observar), que en otras rapaces, que a pesar de permanecer unidas en su actividad diaria o desplazarse a los distintos lugares de su territorio, casi siempre mantienen las distancias cuando se trata de permanecer posadas o alimentarse, bien sea por precaución ante el posible ataque de un depredador, asegurandose así que al menos uno de los dos individuos sobreviva o por pura competencia a la hora de comer, en el que simpre se establece un orden jerarquico o de dominancia, bien sea por hambre o por fuerza física, siendo la hembra (¡como no!), por tamaño y por potencia, la que suele marcar la pauta.
Qué buenas, Antonio.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Muchas gracias Éric.
EliminarUn saludo.
Muy bonita serie de esta belleza de aves.. saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias Ana.
EliminarUn saludo.
Qué hermosas son, no se cansa uno de admirarlas, saludos
ResponderEliminarMuchas gracias Javier.
EliminarUn saludo.